lunes, 28 de julio de 2014

No le quiero contar sobre el descenso


NO LE QUIERO CONTAR SOBRE EL DESCENSO...


Quiero contarte algo, aún no sé que es, sólo sé que debo hacerlo. No sé por donde empezar, creo que no sé nada. Depronto te estarás preguntando ¿por qué este extraño me tiene que contar algo? Creo que cuando sientes que algo se grabó en tu memoria con una tinta de fuego y no sabes qué es, necesitas la ayuda de alguien para recordar.

¿Por donde empezar? se me viene a la mente un color, el gris: Sí, creo que de eso se trata, era una tarde gris, es más, desde ese día, todas las tardes son grises. Quiero recordar ese día, ¿qué habrá pasado? Ahora mismo, se me viene un adjetivo para calificarlo, maldito. Maldito día, maldito objeto, maldita cosa. Eso aún no nos dice nada.
Me veo a mi mismo, caminando, no sé a donde, siguiendo una ruta que pareciera conocer de toda la vida a pesar de que sé que no es mi ciudad, voy pensativo, cabizbajo, puede que me imagine el futuro, mil cosas pasan por mi mente, estoy atrapado. Leo mis labios, creo que estoy rezando, una y otra vez cierro mis ojos -dios, ayúdanos- es lo único que puedo ver en mi expresión. 

-Por fin he llegado-, me dice mi mente. Me bajé de un bus sin color, caminé hacia un teatro, tenía mi entrada en el bolsillo, iba sin color hasta los huesos, entré, me senté y escuché una voz que me decía -faltan tres horas-. Seguramente le pregunté a un extraño cuánto faltaba para empezar. Algo me angustiaba, seguía bastante pensativo, busqué algo para distraerme, me fui a colgar banderas. ¡No era un teatro! era un estadio, mi mente se empezaba a despejar. ¿A quién iba a ver yo? ¿De quién serán esos trapos? aún no podía recordarlo. Hacía un calor impresionante, lo estoy sintiendo, podemos empezar a descartar las ciudades frías, ¿será un concierto? ¿ será música? ¡Música empieza a sonar en la zona sur! sí, la murga está calentando, no es una banda, no es un músico, es una barra brava, es fútbol. 

Me encanta el fútbol. Empiezo a sentir la energía, el tiempo pasa rápido, es denoche. -Faltan 15 minutos- me dice el mismo sujeto. 45.000 personas, creo que somos locales ¿a quién vine a ver? Pregunto, la serie está empatada, responden. La gente está optimista, noto. Nos jugamos la vida, agregan. Sale el equipo, estalla el estadio, la pólvora, los papelitos, percusión y viento. Empieza el partido, siento ese sabor a nada que tienen las uñas cuando los nervios hacen que te las comas, tu debes de saber lo que es eso. Nos adelantamos en el marcador, cada garganta seguidora de este equipo sin color estalla en un solo grito de gol. Puedo sentirlo ¿lo sientes? se me eriza la piel y se me humedecen los ojos. 

Todo es silencio, qué cambio tan repentino, me digo a mi mismo, por un momento la percusión, los instrumentos de viento, las gargantas, los aplausos se dejan de escuchar, ¿Qué ocurre? Gol del equipo contrario. ¿Qué pasa? me siento desconcertado, no sé que hacer, ya no tengo uñas, mi voz empieza a quebrantar, la impaciencia se apodera de mi, fin del partido.
Empiezan los penales, no quiero ver, -Mierda- dice el extraño conocido, creo que hemos fallado. Aquí sucede, ahora sí, veo un color, estoy rojo de pies a cabeza. ¡América, América! empiezo a gritar, -es el último penal- dice mi madre, no quiero ver.

Empiezan a bajar los infartados, por poco se me detiene el corazón. Tengo un molesto ruido en mi oído, estoy en una procesión, pies arrastrados, caras bajas, creo que empieza a llover o soy yo quien está llorando ¿Qué le pasó a mi América? 

Ya lo recuerdo, puedes irte, es el día que quise borrar de mi memoria, el día que quise olvidar, que no quiero recordar, el día que descendimos a segunda división.

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